Rodríguez, Sara*

* La entrevista a Sara se hizo por teléfono, razón por la que no aparece en el vídeo.

«Aragonesa, andaluza, vasca, valenciana… no creo que seamos diferentes. Seguimos asumiendo la mayoría de las responsabilidades “invisibles” (organización de la casa, mantenimiento de estructuras familiares, cuidado y educación de hijos, acompañamiento de ancianos y enfermos…), y además, hemos asumido las de la esfera de lo público, lo visible (incorporación al mundo laboral, empresarial, político, asociativo, cultural…).

Hemos pasado de ser mujeres a ser personas.

A pesar de que los hombres han ido asumiendo responsabilidades en el ámbito “invisible”, no ha sido en la misma proporción en que nosotras nos integramos en las tareas visibles, públicas. Las mujeres tenemos que atender más obligaciones.

Además, hay que tener en cuenta que dentro de las tareas de la sociedad, las “invisibles” son, por eso mismo, no reguladas, no sujetas a condiciones (sin horarios, sin vacaciones…), y que podrían parecer voluntarias. Así, mientras que las tareas visibles tienen su tiempo asignado, las “invisibles” son constantes y continuas, exigiendo una total y permanente disponibilidad (no puede preverse cuándo va a ocurrir un problema en la familia o cuándo va a surgir una enfermedad). Y otra dificultad de las cuestiones domésticas es que constituyen obligaciones irrenunciables y prioritarias en nuestra escala de valores (la de las mujeres).

Si entendemos por “tiempo libre” aquel no sujeto a obligaciones, el de la mujer es menor, y además, está sujeto a total dedicación, por lo que es frecuentemente interrumpido.

Tradicionalmente, las labores importantes para la sociedad han sido las visibles, las que se exteriorizan; minusvalorando las tareas más domésticas. Por eso la ampliación de las obligaciones de las mujeres a la esfera pública se ha considerado un logro, algo positivo. Mientras que la participación de los hombres en las tareas invisibles se asume como algo a lo que hay que resignarse.

Nos podemos consolar pensando que lo verdaderamente importante, y difícil, es lo personal, lo doméstico, lo invisible, las estructuras familiares, lo que se nos da tan bien. Y que como somos maestras en estas tareas, podemos ser brillantes en las otras, las más fáciles, las visibles. Los hombres tienen que conformarse con ser buenos en las actividades con proyección pública. Aunque, lamentablemente, estamos en una sociedad mercantilizada, en la que lo que sólo se estima lo que tiene una valoración económica.»